
Colosenses 2:15 – “Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.”
En la cruz del Calvario no sólo ocurrió un acto de redención para la humanidad, sino una guerra espiritual que culminó en una victoria total de Jesucristo sobre el reino de las tinieblas. El apóstol Pablo, en su carta a los Colosenses, nos revela una verdad poderosa: Cristo despojó a los principados y potestades, y los expuso al desprecio público, triunfando sobre ellos con Su sacrificio.
¿Quiénes son los principados y potestades?
En la Biblia, los “principados y potestades” se refieren a jerarquías demoníacas, fuerzas espirituales que operan bajo el gobierno de Satanás. Son los mismos que Pablo menciona en Efesios 6:12, cuando nos exhorta a tomar la armadura de Dios porque nuestra lucha es contra ellos, no contra carne ni sangre.
Estas entidades operan en las sombras, influenciando sistemas, oprimiendo personas, sembrando mentiras y resistiendo la obra de Dios en la tierra. Pero Colosenses 2:15 nos revela que no están por encima del poder de Cristo. En la cruz, fueron derrotados públicamente.
¿Qué significa que fueron “despojados”?
La palabra despojar en este contexto significa quitarles sus armas, su autoridad y su poder. Cristo no solo venció al pecado y a la muerte, sino que también quitó el derecho de dominio que estos poderes tenían sobre los hombres. Por medio de Su muerte y resurrección, Jesús anuló el acta de los decretos que nos era contraria (Colosenses 2:14), es decir, la condenación que nos ataba legalmente al reino de las tinieblas.
En otras palabras, Cristo desarmó completamente al enemigo. Lo dejó sin fundamentos legales para acusar o esclavizar al creyente.
“Los exhibió públicamente”
En la antigüedad, cuando un rey vencía a otro ejército, solía desfilar por su ciudad con los enemigos derrotados encadenados, como señal de victoria. Eso es precisamente lo que hizo Cristo. En lo espiritual, Él marchó en victoria, mostrando a todo el universo —incluso a los ángeles— que los poderes del mal habían sido vencidos y humillados.
¡La cruz no fue una derrota, fue un desfile triunfal! Lo que parecía debilidad fue en realidad la mayor manifestación de poder y gloria.
“Triunfando sobre ellos en la cruz”
La victoria no ocurrió después de la resurrección, sino en la cruz. Allí, Jesús entregó Su vida como sacrificio perfecto, y con ello canceló el poder del pecado, del enemigo y de la muerte. La cruz es el epicentro de la guerra espiritual ganada. Por eso, cuando predicamos la cruz, estamos proclamando victoria.
¿Qué significa esto para nosotros hoy?
- No luchamos por la victoria, sino desde la victoria
Como creyentes, ya no somos esclavos del pecado ni víctimas del diablo. Estamos en Cristo, y Su victoria es nuestra. Cuando enfrentamos ataques espirituales, debemos recordar que los enemigos ya fueron derrotados. - Podemos vivir libres de condenación
El enemigo ya no tiene autoridad para acusarnos. Jesús canceló toda deuda. No importa tu pasado; si estás en Cristo, eres libre. - La cruz es nuestra arma más poderosa
Cada vez que proclamamos lo que Cristo hizo en la cruz, estamos afirmando nuestra autoridad y debilitando los planes del enemigo. - Tenemos autoridad espiritual
Lucas 10:19 dice que Jesús nos dio autoridad para hollar serpientes y escorpiones. Esa autoridad se basa en Su victoria. Ya no somos espectadores, somos soldados equipados con poder.
Conclusión
Colosenses 2:15 es uno de los versículos más poderosos sobre guerra espiritual y victoria en Cristo. Nos recuerda que la cruz no fue un lugar de derrota, sino el campo de batalla donde Jesús venció de una vez por todas al reino de las tinieblas.
Cuando enfrentemos pruebas, tentaciones o ataques del enemigo, recordemos esta verdad: ¡Cristo ya triunfó! Y si estamos en Él, nosotros también caminamos en victoria.
“No te dejes intimidar por el enemigo. Él ya fue derrotado. Levántate, cree, y vive como quien ha sido liberado por la sangre del Cordero.”
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