El gran peligro de dejar una casa vacía. Del mismo modo, ocurre en la vida de una persona que ha sido liberada del dominio de Satanás. Es vital que esta persona abra las puertas de su corazón al Espíritu Santo; de lo contrario, el enemigo espiritual encontrará la manera de recuperar el territorio que antes controlaba.
Jesús ilustró esta verdad con una parábola clara: “Cuando un espíritu maligno sale de una persona, va por lugares áridos buscando descanso, pero al no encontrarlo, dice: ‘Volveré a mi casa de donde salí.’ Al llegar, la encuentra barrida y en orden. Entonces va y trae otros siete espíritus más malvados que él, y entran a vivir allí. Así que el estado final de esa persona resulta peor que el inicial.” (Lucas 11:24-26, Nueva Versión Internacional)
Es fundamental que quien ha sido liberado sea llenado por la presencia de Dios. Satanás es astuto y, mediante pensamientos y tentaciones, intentará recuperar el terreno perdido.
Además de abrir nuestro corazón a Dios, es aconsejable revestirse de la armadura espiritual descrita por el apóstol Pablo en su carta a los Efesios:
“Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” (Efesios 6:10-17, Nueva Versión Internacional)
El apóstol Pablo enfatiza que sólo con la armadura de Dios podemos resistir los ataques del maligno. En otras palabras, debemos estar conscientes de que él seguirá intentando atacarnos. Su objetivo es llevarnos a un estado de estancamiento o retroceso espiritual; por eso, debemos mantenernos alerta y preparados.
Resista al diablo
Además de mantenerse vigilante, es resistir con firmeza los ataques del enemigo espiritual. No podemos esperar a que los demonios nos ataque para reaccionar defensivamente; en lugar de eso, nuestra postura debe ser ofensiva, como lo aconseja el apóstol Santiago: “Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.” (Santiago 4:7, Nueva Versión Internacional)
Es crucial destacar tres principios que se desprenden de esta Palabra:
- Someterse a Dios.
- Resistir al diablo.
- El diablo huirá de nosotros si nos mantenemos cerca de Dios y lo resistimos.
Como soldados de Jesucristo, tenemos garantizada la victoria. Una vez que experimentamos la libertad espiritual, debemos caminar siempre de la mano de Cristo Jesús, sin apartarnos por ningún motivo. Si enfrentamos tentaciones, debemos buscar Su fortaleza en la oración, expresarle cómo nos sentimos, y recordar que en Él encontramos la capacidad para vencer.
Si alguna vez estuvo involucrado en el mundo del ocultismo o hizo pactos con las tinieblas, es posible que el diablo intente hacerle creer que no hay escapatoria. Eso es una mentira. Usted es libre en Jesucristo y seguirá siendo libre si cultiva una íntima comunión con Dios.
Permanezca firme en Dios
Imagine por un momento una embarcación en medio del mar, golpeada por peligrosas olas que amenazan con hacerla naufragar en cualquier instante. En medio de la tormenta, el capitán dirige el barco hacia un puerto seguro, guiado por un faro visible en la distancia. Así es nuestra vida con Jesús, nuestro amado Señor y Salvador. Las tentaciones vendrán, pero estamos llamados a vencer, a sobreponernos y a salir victoriosos.
El rey David, hace más de tres mil años, dejó una instrucción clara sobre cómo mantenerse firme frente a las adversidades: “Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!” (Salmos 1:1-3, Nueva Versión Internacional)
Las presiones para retroceder en nuestra vida espiritual provienen de todas partes: algunas son internas, como las tentaciones que permitimos que se desarrollen, y otras vienen de aquellos que se llaman «amigos» pero no buscan otra cosa que vernos estancados como ellos, arrastrados por sus deseos y pasiones. Por eso, es crucial que nos mantengamos alerta. La única manera de vencer es permaneciendo firmes en el Señor Jesús.
No alimente las obras de la carne
El apóstol Pablo subrayó la importancia de vivir según el Espíritu de Dios y no bajo el dominio de las pasiones de la carne:
«Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos.” (Gálatas 5:19-24, Nueva Versión Internacional)
La carne, es decir, nuestra naturaleza humana, siempre buscará satisfacer sus deseos más bajos. Ceder a estas inclinaciones no lleva a otra cosa que a la muerte espiritual. Por el contrario, cuando permitimos que el Espíritu Santo actúe y se manifieste en nosotros, experimentamos una transformación. Vencer las pasiones carnales por nuestras propias fuerzas es imposible, pero todo cambia cuando caminamos de la mano de Jesús, nuestro Salvador y Señor. Por eso, el apóstol Pablo nos instruye: “Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.” (Efesios 6:18, Nueva Versión Internacional)
Es importante notar que el apóstol enfatiza la perseverancia: no se trata de orar un día o dos, sino de hacerlo constantemente. Además, la fortaleza en la oración es fundamental. Según Pablo, no podemos bajar la guardia.
Como hijos de Dios, debemos permanecer unidos a Él y permitir que Su obra se realice en nosotros: “Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida!” (Romanos 5:10, Nueva Versión Internacional)
No hay motivo para volver a un pasado de oscuridad y maldad. Ahora somos parte del cuerpo de Cristo y debemos caminar en Su poder, siendo fieles a Él.
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